El gallo es conocido por ser el símbolo del orgullo y, por consiguiente, el emblema de Francia, el país –no lo olvidemos– que creó toda una palabra, chauvinisme («chovinismo»), para expresar el patriotismo fanático no exento de cierto nacionalismo naíf. Y todo por una pura cuestión de gramática histórica fundamentada en el doble sentido de la palabra etimológica gallus que, en latín, significaba tanto «gallo» como «galo». A Napoleón no le gustaba nada el gallo como emblema de Francia porque le parecía que carecía de prestigio y por eso siempre prefirió el águila como símbolo de su Imperio. En 1830 el gallo reemplazó a la flor de lis y durante la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Francesas Libres (FFL) imprimieron postales y carteles mostrando un gallo vencedor, orgulloso y triunfante, aplastando con sus patas la cruz gamada.