El gallo con pluma: KokoRico. El «coup de plumes» de Jean-Paul Gaultier

El gallo con pluma: KokoRico. El «coup de plumes» de Jean-Paul Gaultier

Hasta ahora, la imagen del gallo tenía siempre un uso muy determinado en la Historia de Francia, concretamente se empleaba para-traducir la identidad patriótica de todo un país. En efecto, el símbolo del gallo resulta ser un excelente ejemplo de elemento paratextual (peritexto y eptitexto icónico) usado en la paratraducción de una muy determinadad identidad. Pero, como toda práctica paratextual, el sentido de la imagen del gallo puede variar en función de quién, cuándo, dónde, cómo, por qué y para qué se usa en paratraducción.

El gallo es conocido por ser el símbolo del orgullo y, por consiguiente, el emblema de Francia, el país –no lo olvidemos– que creó toda una palabra, chauvinisme («chovinismo»), para expresar el patriotismo fanático no exento de cierto nacionalismo naíf. Y todo por una pura cuestión de gramática histórica fundamentada en el doble sentido de la palabra etimológica gallus que, en latín, significaba tanto «gallo» como «galo». A Napoleón no le gustaba nada el gallo como emblema de Francia porque le parecía que carecía de prestigio y por eso siempre prefirió el águila como símbolo de su Imperio. En 1830 el gallo reemplazó a la flor de lis y durante la Segunda Guerra Mundial, las Fuerzas Francesas Libres (FFL) imprimieron postales y carteles mostrando un gallo vencedor, orgulloso y triunfante, aplastando con sus patas la cruz gamada.

El año pasado los organizadores de la Marche des Fiertés (Gay Pride) del 25 junio de 2011 en París decidieron retirar el cartel anunciante que representaba a un gallo con una boa de plumas de color rojo chillón alrededor del cuello a juego con su cresta. El cartel no sólo molestaba a asociaciones que lo habían considerado como ofensivo y estigmatizador (tal y como expresó la asociación Le Refuge que ayuda a las jóvenes víctimas de homofobia) sino también, y sobre todo, a la extrema derecha francesa porque consideraba que se estaba mancillando uno de los símbolos más emblemáticos de Francia: le coq gaulois. La polémica duró un tiempo y, finalmente, la manifestación tuvo lugar bajo el lema que la Inter-LGBT difundió el verano pasado: « Pour l’égalité : en 2011 je marche, en 2012 je vote ». Una vez finalizado el verano, en septiembre de 2011, Jean Paul Gaultier, ni corto ni perezoso, decidió lanzar una campaña para-traducir la imagen tan criticada del famoso cartel que representaba a un «gallo con pluma(s)» y la insertó de la forma más sutil posible (sin utilizar nunca el propio animal) dentro del imaginario creado para su nuevo perfume que, muy intencionadamente, decidió bautizar con el nombre de: KokoRIco.

 KokoRico es una palabra homógrafa de la onomatopeya francesa que traduce el canto del gallo: cocorico. A diferencia de cualquier otro signo lingüístico donde impera la arbitrariedad, en las onomatopeyas existe siempre una cierta motivación entre el significante y la percepción acústica del sonido emitido por seres animados u objetos del mundo real que se intenta traducir. Ahora bien cada lengua escucha el mismo sonido de forma diferente. La onomatopeya (del gr. onomatopoiia « creación [poiein «hacer»] de palabras [onoma]») es una creación lingüística basada en la imitación de lo que se escucha y el traductor se enfrenta muchas veces no sólo con onomatopeyas lexicalizadas (perfectamente registradas en los diccionarios unilingües) sino también con creaciones ad hoc totalmente inventadas por el propio autor del texto en función de su sensibilidad o del objetivo buscado. Todo ello hace que la traducción de las onomatopeyas sea una de las mayores dificultades con las que se enfrenta el traductor cuando traduce textos con imagen (cómics y publicidad). Así pues, es totalmente normal encontrarse con grandes diferencias, de una lengua a otra, a la hora de escribir, por ejemplo, la onomatopeya del canto del gallo: cocorico (francés); quiquiriquí (español); cock-a-doodle-do (inglés); kokekokkoo (japonés); kikeriki (alemán); kúkuriguu (búlgaro).

Es tal la fuerza de identificación de la onomatopeya francófona cocorico con la identidad nacional francesa que hasta asociaciones vitivinícolas francesas la utilizan para conformar siglónimos algo rebuscados: COmité de COordination Région Île de France des COnfréries. En español, en cambio, resulta difícil, aunque no imposible, identificar la palabra cocorico con el gallo. La editorial OQO lo intentó y publicó un libro infantil con ese título (Cocorico) en el cual el protagonista es un pollito. Pero la verdad es que en España parece tener más éxito olvidarse de la onomatopeya francófona y jugar con la palabra para-traducir otros imaginarios como, por ejemplo, los vehiculados por un bar en Sitges que se llama Coco Rico.

Si la onomatopeya que imita fonéticamente en francés el canto del gallo se escribe cocorico o coquerico, ¿por qué Jean Paul Gaultier decidió cambiar todas las «C» por unas «K»? Evidentemente la primera y más importante respuesta se encuentra en objetivos de puro marketing: el nombre del nuevo producto de la marca Gaultier debe tener tal impacto que, al lanzarlo por todos los medios de prensa escrita y audiovisual, la gente no sepa reaccionar ante la forma tan sutil de utilizar la pseudohomografía (que no homofonía como demuestro en el siguiente párrafo) con la onomatopeya del gallo para simbolizar a un «gallo con pluma(s)». Al no aparecer representado el animal, se ha conseguido dar la impresión de respetar en todo momento el emblema de Francia. Otra respuesta al porqué del cambio de letras puede encontrarse en la historia que la letra «K» ha tenido en el imaginario del alfabeto francófono: al tratarse de una letra que suele usarse para las palabras extranjeras se considera una letra «rara» (en el Scrabble francés vale 10 puntos) como un poco «raro» resulta ver a un hombre-gallito con pluma(s). La chaqueta negra lleva plumas negras en la parte superior que el modelo se encarga de mover al ritmo de la música «flamenca» marcado por las dos chicas que tocan el tambor. Dos mujeres vestidas de plumas blancas en las dos zonas más eróticas de su cuerpo para la sexualidad occidental (no hay ninguna «pluma» en el cuello, por ejemplo). Plumas blancas que en el making-off las personas de vestuario ya se encargan de levantar hacia arriba para que estén lo más «estupendas» posible.

Pero la razón primordial del cambio de «C» a «K» no reside en la escritura sino en la pronunciación finalmente editada en los medios audiovisuales para la campaña de este perfume. Para empezar, recordemos que el ritmo oxítono de la lengua francesa hace que la susodicha onomatopeya francesa, cocorico, se pronuncie siempre acentuando la última sílaba (como en el caso del quiquiriquí español a pesar de ser esta una lengua paroxítona). En cambio, en el vídeo oficial que anuncia KokoRico, le nouveau parfum pour homme de Jean Paul Gaultier, la pronunciación del nombre del perfume es totalmente diferente: La voz de la actriz española Rossy De Palma (algunos creen oír a Victoria Abril pero yo creo que es Rossy De Palma) pronuncia KokoRIco con ritmo paroxítono convirtiendo en grave la «nueva» palabra que da nombre al nuevo perfume. Pero en su acento no hay sólo un «aroma español» genuino que le lleva a pronunciar, de la forma más natural, la «e caduca» de la preposición francesa «de» como «e cerrada», sino también una cierta internacionalización anglófona al pronunciar la «R» palatal y no velar.

La famosa «identidad francesa» aparece así magistralmente diluida en el mestizaje de sonidos provenientes de otras lenguas. Si a toda esta pronunciación sui generis le añadimos el caliente baile flamenco que se marca el modelo Jon Kortajarena (con ayuda del extra para el zapateado, todo sea dicho), este spot, realizado por nada más y nada menos que Jean-Baptiste Mondino bajo la mirada atenta de Jean Paul Gaultier, constituye un excelente ejemplo de internacionalización de un producto que pretende ser tan exótico como nacional.

Todos los movimientos del hombre-gallo con pluma(s) cuya cresta se encargan de retocar una y otra vez en el making-off, aparecen bañados en un perfume de ambigüedad absoluta en la propia sexualidad de la persona que vaya a usar este perfume. Ambigüedad que rompe con la lógica binaria imperantemente expresada en los cansinos dobletes de las redacciones no sexistas que, tal y como dice Juan Jiménez Salcedo, «no hacen más que perpetuar la opresión patriarcal sobre las mujeres, pero también sobre los hombres a los que se obliga mediante el doblete a entrar en una de las dos casillas». La publicidad de KokoRico supera la dicotomía androcentrista introduciendo nuevas y transgenéricas opciones de vivir la sexualidad. Y todo esto se consigue gracias a lo que tan acertadamente Alberto Álvarez Lugrís denomina «la pluma del gallo».

En un alarde de fuerza creativa, el coup de plumes de Jean Paul Gaultier va mucho más allá de lo que he expresado hasta ahora. En la web oficial del nuevo perfume KokoRico de Jean Paul Gaultier la letra inicial «K» de KokoRico aparece dividida, de arriba a abajo y de izquierda a derecha, en las siguientes cuatro secciones: la fragrance (la fragancia); l’inspiration (la inspiración); le film (el film) y le flacon (el frasco). Superando todas las espectativas de una tipografía creativa en pantalla, cuando se recorre los cuatro brazos de la letra K con el cursor del ratón se va dejando unas huellas de patas de gallo por todo el fondo rojo intenso de la letra K y se va escuchando, según las zonas, unas sugerentes voces, todas femeninas, pronunciando frases en francés a cual más sensual.

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