Ser nativo no es una profesión

Ser nativo no es una profesión

Ser nativo no es una profesión: la falacia de la competencia nativa en la traducción inversa es el título de la conferencia que, el 15/12/2016 e invitado por el prof. Dr. D. Juan Jiménez Salcedo, impartí en Sevilla dentro del ciclo Coloquios de lingüística y traduccióndel Dpto. de Filología y Traducción de la Univesidad Pablo Olavide (UPO).

Es hora de que, en pleno siglo XXI, se haga una reflexión crítica, sin pelos en la lengua, sobre las nociones de «nativo», «bilingüe» y «lengua materna» en la didáctica de la traducción y en la pedagogía de idiomas. En esta conferencia se pretende demostrar que las ideas alimentadas por los prejuicios identitarios implícitos en las tres susodichas nociones, que se han mantenido inalterables durante más de medio siglo, tanto en el campo de la lingüística como en el de la traducción, son altamente sospechosas de obsolescencia.

El hábito de empecinarse en mantener la exigencia de que el traductor traduzca, sólo y exclusivamente, hacia su lengua materna (Ll), ha perjudicado gravemente a promociones enteras de antiguos licenciados y actuales egresados en Traducción e Interpretación. Maleducar en la creencia de que el traductor alcanza la «perfección» en su trabajo, sólo y exclusivamente, cuando traduce hacia su Ll, es hundir en la miseria laboral al futuro profesional de la traducción al haberle educado en la inseguridad y la frustración constantes de su supuesta incompetencia estructural para traducir hacia su L2.

Haber «nacido» en el territorio de la nación de una lengua no es ninguna «patente de corso» que tenga el nativo frente al «no nativo» para prohibirle a este último traducir hacia su segunda lengua. Desgraciadamente, en los estudios sobre traducción, todavía hay más de un docente-teórico-investigador que, creyendo a pie juntillas que la única direccionalidad posible en traducción es la directa, se empeña, una y otra vez, en no dejar de hacer el corso contra los no-nativos al considerarlos auténticos «enemigos de la nación» traductora por atreverse a traducir hacia su lengua no materna. ¡Toma discriminación lingüística del «no-nativo» velada, de forma sibilina, bajo los oropeles de lo políticamente correcto! Obligar a que todas las traducciones sean directas en aras de una supuesta calidad de la traducción, supone confundir la competencia traductora con la competencia lingüística o el dominio de idiomas.

Si la condición de nativo implicase la capacidad de traducir, cuanto mayor fuese el dominio en las lenguas objeto de la actividad traductora, mayor seria la competencia traductora, y, en consecuencia, mejor sería la traducción; en cuyo caso, las personas bilingües, de forma natural, serían siempre los mejores profesionales de la traducción por el mero hecho de ser bilingües. La experiencia cotidiana de las traducciones encargadas a nativos o bilingües demuestra que, en la práctica, el prejuicio de que no hay nadie mejor para traducir que un nativo o bilingüe es no sólo erróneo sino altamente perjudicial para la profesión.

La expresión «lengua materna» implica siempre unos sistemas conceptuales fuertemente determinados por aspectos ideológicos que provienen de su primera oposición al sermo patria de la lengua latina entre los siglos XIl y XV. Durante el Romanticismo la lengua materna pasó a formar parte del núcleo ideológico de las incipientes naciones, convirtiéndose en el símbolo de la integración y emancipación «nacional». Y así es como, desde entonces, se empieza enarbolando la lengua materna para hablar de una determinada nacionalidad y se termina confundiendo «competencia nativa» con país de origen. En el mercado profesional de la traducción e interpretación, el pasaporte no tiene nada que ver con la competencia traductora como tampoco tiene importancia alguna la lengua materna que se haya aprendido durante la infancia.

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