La leyenda vienesa del croissant o cómo comerse al Otro

La leyenda vienesa del croissant o cómo comerse al Otro

Hoy es 30 de septiembre, Día Internacional de la Traducción, y aprovechando que, este año, la Jornada Mundial de la Traducción lleva como título La traducción: un puente entre las culturas, intentaré, una vez más, tender un puente entre Oriente y Occidente en mi blog con este artículo que responde a la pregunta con la que terminé el anterior, titulado El curasán no es un croissant: ¿por qué los croissants tienen forma de media luna?
Como ocurre con todas la leyendas, existen versiones diferentes de la misma leyenda vienesa que cuenta cómo el croissant fue un bollo inventado en Viena para celebrar el fin del segundo asedio de Viena y la victoria de las tropas polacas y austriacas sobre las tropas otomanas que asediaban la ciudad en 1683 durante la batalla de colina de Kahlenberg, muy cerca de Viena. De ahí el nombre de viennoiserie utilizado en la lengua francesa para designar el tipo de bollería en el que entra no sólo el croissant sino también el pain au chocolat, el pain aux raisins y el irresistible chausson aux pommes franceses. La versión más extendida cuenta que cuando el enemigo (los otomanos) decidió realizar un ataque sorpresa por la noche, los panaderos vieneses que, como todos los panaderos, trabajan por la noche, habrían dado la voz de alarma. Y para inmortalizar la victoria se les concedió el permiso de confeccionar el hörnchen («cuernecito» en alemán) con la forma que recuerda el símbolo de la media luna presente en la bandera otomana.
Otra versión cuenta que tras la batalla de colina de Kahlenberg, centenares de soldados y oficiales recibieron sendos botines por su coraje. Entre ellos, un tal Jerzy Franciszek Kulczycki (Georg Franz Kolschitzky en alemán), un soldado, espía, diplomático y comerciante polaco (a quien, dadas sus actividades internacionales, es fácil imaginárselo ejerciendo de traductor e intérprete) recibió 300 sacos de «granos negros» que los turcos habrían abandonado en su huida, en recompensa por sus labores de espionaje. Al parecer, tras haber conseguido traspasar el cerco del ejército otomano durante el asedio para reunirse con Carlos V de Lorena e informarse de la situación militar, cuando Kulczycki volvió al interior de la ciudad, convenció a las autoridades de que aguantaran el asedio informándoles de que se esperaba la llegada de las tropas del Rey de Polonia, Juan III Sobieski con las que se obtuvo finalmente la victoria. Al recibir los «granos negros» como recompensa, el intrigado Kulczycki, proprietario del primer café de Viena llamado Zur blauben Flasche, mandó moler los granos de café y los propuso a los vieneses, sin éxito. Entonces le vino la idea de servir el café acompañado de un bollo. Encargó un nuevo tipo de bollo que, por su originalidad, fuera capaz de asegurar la promoción de su café y, para recordar la victoria sobre la invasión turca, decidió fabricar bollos en forma de media luna musulmana.
Un siglo más tarde, en 1770, Maria Antonieta, hija de la emperatriz de Austria Maria Teresa, esposa del futuro Luis XVI, intentó introducir el hörnchen «cuernecito» vienés en la corte de Francia, sin éxito. Al parecer fue un oficial austriaco, August Zang, quien lo introdujo con éxito en el siglo XIX cuando abrió su panadería en el número 92 de la calle Richelieu de París. En 1863 aparece registrado en el diccionario Le Littréla palabra croissant para referirse al bollo cuya forma recuerda lo que los franceses llaman croissant de lune, es decir, esa «símbolo de media luna otomana-turca-musulmana» omnipresente en la leyenda vienesa.
Así pues, aunque Francia no esté en el origen de la creación del croissant han sido los franceses quienes han tenido la última palabra en esta historia culinaria. Las distintas versiones de la leyenda vienesa del croissant han sido explotadas y manipuladas al máximo a lo largo de la historia. Uno de las manipulaciones textuales y paratextuales más flagrantes la encontré en una campaña publicitaria que de sus productos hizo indirectamene una cadena de restauración francesa, La Croissanterie, cuando, hace ya unos cuantos años, editó en su web todo un cómic que cuenta la susodicha leyenda vienesa, muy a su manera. Las viñetas del cómic ya no se encuentran en Internet, pero como quien escribe este blog siempre ha desconfiado de la fiabilidad editora de lo que se publica en red, las viñetas las guardé a buen recaudo en uno de mis discos duros esperando despertarlas de su largo letargo algún día. Ese día ha llegado hoy: aquí tienen mi edición de las susodichas viñetas. Lean detenidamente el texto de cada bocadillo y, sobre todo, miren atentamente cada imagen.
Quisiera llamar la atención sobre las últimas viñetas, más publicitarias y ambientadas todas en el siglo XX, donde aparecen determinados estereotipos culturales para-traducir en imágenes el éxito globalizador del croissant fabricado por la susodicha cadena de restauración francesa. En efecto el croissant de La Croissanterie aparece adaptado, localizado, a cada idiosincrasia cultural: no sólo cada croissant es mencionado con el relleno del producto culinario más típico de cada país (tortilla en España; salchicha en Alemania; ensalada de col en Irlanda; queso feta en Grecia; bacalao en Portugal y queso mozzarella en Italia) sino que también se frivoliza al máximo caracterizando cada personaje con los típicos trajes folclóricos acordes con el espacio del paisaje de fondo dibujado. Una estrategia simple e ingenua de tender puentes entre las culturas pero que parece funcionar muy bien publicidad. Contemplen el spot que en su día fue difundido en televisión cuando La Croissanterie decidió publicitar su croissant à l’américaine en la pequeña pantalla.
Sorprende mucho el detalle de izar la bandera del croissant ottoman, symbole de l’empire ottoman en una torre de Viena tras la victoria cristiana: se supone que el vencedor de una batalla iza su propia bandera nunca la del enemigo. La historieta gráfica empieza con esta frase lapidaria y de máxima actualidad en los tiempos de declive simbólico de Europa que corren: Pendant des siècles, chrétiens et musulmans s’affrontent pour dominer le monde («Durante siglos, cristianos y musulmanes se enfrentan para dominar el mundo»). Según las distintas versiones de la leyenda vienesa, el croissant nació para conmemorar de forma simbólica la victoria de los cristianos sobre los musulmanes en el siglo XVII. Los vencedores se comieron un bollo que simbolizaba al enemigo vencido. Como ya dije en la anterior entrada de este blog, la palabra francesa croissant es un calco de la alemana hörnchen: imita la significación y traduce su significado… todo lo que no hace la palabra española «cruasán» que resulta ser una transliteración y no un calco. En francés hay traducción de la identidad cultural musulmana del símbolo de la media luna y en español no: sólo hay paratraducción de su entidad fonética. La media luna (en arabe hilal), emblema de los otomanos, se ha convertido, desde el tiempo de las Cruzadas, en el emblema de la mayoría de los países musulmanes: muchos son los países que incorporan este símbolo en su bandera nacional (Argelia, Túnez, Comoras, Mauritania, Turquía, Pakistán, Singapur,  Turkenistán, Uzbekistán, Arzebaijan, Malasia, Nepal). Es tal la fuerza simbólica de la media luna que, en los países musulmanes, la Media Luna Roja (Croissant Rouge) sobre fondo blanco sustituye a la Cruz Roja. Afortunadamente, hoy en día, nadie piensa que se está comiendo al «enemigo musulmán» cuando come un cruasán pero, según la leyenda vienesa del croissant, así fue. Dado que corren muy malos tiempos para la traducción del Otro, mucho me temo que, más tarde o más temprano, algún iluminado, cegado por el terrorismo intelectual que supone lo políticamente correcto, pueda decidir «prohibir» el consumo de los cruasanes para no ofender a la cultura musulmana porque acaba de revisar la historia de la leyenda vienesa del croissant. ¿Será por respeto al Otro que los croissants parisiens no tienen forma de media luna?
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