29 Nov 2010 OLE la RAE
Víctor García de la Concha, a quien el Rey de España quiso reconocerle «públicamente su dedicación y entrega al servicio de España, de la Corona y de la unidad de la lengua española» nombrándolo Caballero de la Insigne Orden del Toisón de Oro, ha demostrado ser un Caballero-Director de la RAE del siglo XXI ya que ha sabido utilizar a la perfeccción las nuevas tecnologías haciendo un magnífico marketing viral al haber creado la mejor campaña publicitaria posible con vistas a vender una obra de la la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE) que publicará la editorial Espasa y que hemos sufragado, en gran parte, todos nosotros gracias a las subvenciones públicas alimentadas por nuestros impuestos. ¡Ojalá este espíritu innovador del Caballero-Director de la RAE no cese nunca! Somos muchos los que esperamos que, muy pronto, las más de 800 páginas de esta tercera edición de la Ortografía de la lengua española (OLE) sean de acceso gratuito para millones de hispanohablantes, usuarios ávidos por consultar toda la obra entera desde la cubierta hasta la contracubierta: recordemos que la versión PDF de la edición de 1999 de la OLE sigue sin incluir, a fecha de hoy, los tres apéndices de la edición impresa.
Antes de seguir con el artículo de este mes de noviembre en mi blog, me gustaría invitarles a leer lo que escribió el ínclito maestro autodidacta José Martínez de Sousa a propósito de la OLE editada en 1999 por la RAE. Toda una auténtica reflexión crítica, razonada, exhaustiva, coherente, moderna y panhispánica de la cual muchos quisiéramos que tomaran ejemplo las veintidós Academias de la Lengua Española. La publicación, titulada La «nueva» ortografía académica, puede descargarse en la propia web del autor. Dado que la calidad de la visualización autorizada del documento PDF telecargado en la web de José Martínez de Sousa dificulta bastante su lectura en pantalla, les menciono a continuación otros sitios web donde se puede leer mucho mejor en pantalla la susodicha publicación editada en 1999: en Apuntes en casa de María, la tertulia regentada por el Departamento de Español Urgente de la Agencia Efe y en la web de la Asociación de técnicos de informática. Para una excelente lectura intensiva en papel recomiendo la impecable versión editada por Trea en 2006, he aquí la ficha bibliográfica completa: Martínez de Sousa, J. (2006) «La “nueva” ortografía académica» en La palabra y su escritura, Gijón: Trea, pp. 286-310 (presentación editorial del libro disponible en la web de la editorial).
El vodevil de la «Ortografía yeyé» empezó a principios de noviembre con esos ocho puntos que la RAE filtró con sumo cuidado a la prensa nacional e internacional sobre los futuros cambios que aparecerían en la nueva edición de la Ortografía de la lengua española. Unos cambios que se nos anunciaba iban a ser sometidos a votación durante el pleno de las veintidós Academias de la Lengua Española celebrado en la Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara (México) el pasado 28/11/2010. En el caos intencionadamente creado por la precipitación ortográfica de De la Concha, estos eran los ochos cambios que aparecían por activa y por pasiva en prensa, radio, televisión e internet:
- «CH y LL» ya no serían letras del alfabeto
- «I GRIEGA» pasaría a llamarse «YE»
- «GUIÓN, HUÍ, RIÁIS, SIÓN, TRUHÁN» se escribirían sin tilde y, por consiguiente, se convertirían en monosílabos «GUION, HUI, RIAIS, SION, TRUHAN»
- «BE CORTA o BE CHICA» pasaría a llamarse «V»
- «BE ALTA o BE GRANDE» pasaría a llamarse «B»
- «2 ó 3» se escribiría sin tilde en la conjunción disyuntiva «2 o 3»
- «SÓLO, ÉSTE y ÉSTA» se escribirían también sin tilde «SOLO, ESTE y ESTA»
- «IRAQ, QATAR y QUÓRUM» se escrbirían «IRAK, CATAR y CUÓRUM» ignorando por completo las normas de transcripción del árabe al alfabeto latino tradicionalmente practicadas por arabistas.
Con estos ocho toques de balón (y alguna que otra «mano de Dios» maradoniana que seguro se me ha escapado), el objetivo del partido al que ha querido jugar la RAE, y del cual ha salido más que victoriosa, era el de alarmar a todo el mundo hispanohablante convertiéndonos a todos en voluntarios bomberos-toreros ante la cantidad de humo que veíamos por todas partes. Todos hemos estado al quite pero, al final, ¡mucho ruido y pocas nueces! Esta danza de los «ocho» velos que, sobre los supuestos cambios de la «nueva» OLE, tan magistralmente se había orquestrado desde la dirección de la RAE, ha durado todo el mes de noviembre y nos ha dado con un canto en los dientes a los millones de hispanohablantes que hemos caído en la trampa. Eso sí, en las clases de Ortotipografía para traductores que imparto en la Universidade de Vigo, nos hemos divertido un buen rato con esos cambios propuestos, pensando en qué ocurriría en los países donde se habla francés, inglés o alemán si sus instituciones (normativas y/o descriptivas), cuando las hay, hubiesen filtrado el mismo tipo de información. Los cambios filtrados por la RAE eran demasiado importantes como para no tenerlos en cuenta cuando hay que formar a quienes serán los futuros profesionales de la revisión y corrección de textos.
Periódicos, agencias, televisiones, webs, blogs y redes sociales hemos estado alimentando una polémica española que, al final, ha resultado ser tan estéril para nosotros como productiva para la RAE. Todo un auténtico guión de telenovela en el que hasta el propio presidente venezolano, Hugo Chávez, tuvo su papel estelar: llegó a decir que cambiaría su apellido para cumplir con la RAE que había adelantado su decisión de eliminar las letras «ch» y «ll» del alfabeto. En la OLE 1999, «ch» y «ll» ya eran considerados dígrafos, signos ortográficos compuestos de dos letras, y en el DRAE, desde 1994, se reordenó dichos dígrafos en el lugar que el alfabeto latino universal les ha asignado siempre. Los alfabetos ordenan letras y no dígrafos. Pero que los dígrafos «ch» y «ll» desaparezcan del alfabeto, donde nunca debieron haber estado, no significa, en absoluto, que desaparezcan de la grafía o de la fonética, tal y como sugería la boutade del presidente venezolano.
Los representantes de las veintidós Academias de la Lengua Española aprobaron este domingo pasado por unanimidad la versión definitiva de la nueva edición de la OLE. Tal y como aparece reflejado en el acta del Pleno, se trata de la primera Ortografía razonada de la lengua española. Al parecer, los cambios que aparecen en algunas reglas no deben ser considerados «normativos» sino que han de ser interpretados como simples «recomendaciones» de las Academias para el uso del idioma español. Parece más que evidente que estamos ante una clara voluntad de intentar apaciguar la polémica. Por lo visto, después de la publicación de la nueva edición de la OLE, nadie cometerá faltas de ortografía por no aceptar los cambios puntuales aprobados ya que, en definitiva, no estará incumpliendo ninguna «norma ortográfica» sino que, simplemente, habrá decidido no seguir las «recomendaciones» de las Academias. Al parecer resulta políticamente incorrecto dictar normas y, por consiguiente, la RAE ya no está para prescribir sino para describir porque «tiene como misión principal velar porque los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico», lo cual, dicho sea de paso, está pero que muy bien. Nos alegramos de que que nuestra RAE ya no tenga la obsesión ancestral por la «pureza» de lengua española que le obligaba a limpiar y fijar para supuestamente dar esplendor, tal y como reza la famosa leyenda de la imagen del crisol en el fuego del emblema de 1777 emblema1_limpi-fija-esplendor. Afortunadamente siempre han existido estudios descriptivos sobre el uso la lengua española realizados por insignes filólogos que, sin llegar nunca a prescribir, nunca se han olvidado de ser coherentes con la norma. Sin ir más lejos, todos los trabajos de Fernando Lázaro Carreter han descrito de manera ejemplar y magistral el uso contemporáneo del sistema lingüístico español y en sus artículos periodísticos, el antiguo Director de la RAE nos mostraba las graves consecuencias del incumplimiento de la norma (El dardo en la palabra, 1997 y El nuevo dardo en la palabra, 2003). Imagínense lo que escribíría hoy en su blog (siempre estaba al día) si no hubiese muerto.
Ahora las Academias de la Lengua Española suavizan algunos cambios y así, sin atreverse a dictar norma alguna de obligado cumplimiento, proponen la recomendación de que la letra «Y» se llame «ye» y no «i griega», especificando que la denominación «i griega» es «muy respetable y tiene tradición centenaria». Con las dos maneras diferentes de nombrar la letra «Y» no perdemos ni su origen vocálico, por un lado, ni el uso consonántico de la misma en el español actual, por otro. Al parecer somos mayoría los «yeístas» incapaces de pronunciar un «i» vocálica cuando nos encontramos con la letra «y». Pero muchos éramos también los que creíamos que la denominación de «i griega» seguía teniendo esperanzas. No nos podemos permitir renunciar a recordar la consolidación griega y latina de nuestro alfabeto que es fenicio. ¡Sería un deterioro cultural! Cuando se filtró la noticia del cambio de nombre recomendado para la letra «Y» se abrieron en la red un montón de cuentas Facebook en contra a cada cual más original. En Asturias, tierra natal del catedrático Salvador Gutiérrez Ordóñez, responsable de la coordinación de la nueva edición de la OLE, La Voz de Asturias publicó unos cuantos comentarios a propósito de cómo se llamaría, a partir de ahora, la arteria de comunicación entre Oviedo Gijón y Avilés, la autovía A-66, que recibe el nombre coloquial de «i griega» por su parecido con la susodicha letra. El segundo reto con el que se enfrenta la propuesta de denominación de la penúltima letra del alfabeto es el de no entrar en colisión con el asturiano ni con el aragonés, que contemplan el mismo vocablo para la tercera persona del singular del verbo «ser».
Según le dijo a la agencia Efe el propio Salvador Gutiérrez Ordóñez, las Academias también se ratifican en la propuesta de cambio en la escritura de las palabras «guión» y «truhán» sin tilde aunque reconozcan que en todo el mundo hispano se pronuncien con hiato. Nadie dice «guion» y «truhan». Si nadie lo dice en el uso del español, ¿por qué «recomendar» entonces suprimir la tilde? ¡Nada más incongruente! Podría entender que se suprimiesen las tildes para cuando uno debe nombrar documentos que sube a la red y sabe que debe quitar tildes si no quiere tener complicaciones a la hora de que funcionen perfectamente todos los hipervínculos, pero, si no es así, me parece algo aberrante. La de imaginarios que tiramos por la borda sólo porque al recomendar suprimir la tilde convertimos en monosílabos palabras que antes no lo eran. Sin ir más lejos, para el caso de la palabra «truhán» por ejemplo, el magistral ejercicio de paratraducción gestual que realizó en su día Tricicle de esta palabra bisílaba en la canción que cantaba Julio Iglesias, perdería todo su sentido en el ritmo teatral de este espectáculo antológico.
Visto lo visto, ¿por qué la dirección de la RAE ha armado tanto revuelo si, en realidad, no hay prácticamente reforma alguna en la normativa ortográfica del español dentro de las páginas de esta nueva edición de la OLE que con tanto bombo y platillo lleva anunciándonos todo el mes de noviembre? ¿Debemos enfadarnos por esta tomadura de pelo? ¿La RAE tiene derecho a usar las estrategias del marketing viral para vender sus productos? Hasta The New York Times puso en solfa a la RAE el pasado viernes por lo que creía iban a ser nuevas normas de ortografía para el español. Si no hay cambios en las normas, ¿era necesaria esta nueva edición de la OLE o habemus innecesaria ortografía como sugiere Silvia Senz? Quiero terminar recordando que muy poco tiempo depués de su aprobación en el pleno, se subió a la web de la RAE información completísima de todo el índice de la «nueva» OLE con la prepublicación en red del PDF de la primera prueba de maqueta correspondiente a las 31 primeras páginas. Eso sí, sin olvidarse de recordar, una vez más, que el libro saldrá a la venta a finales de 2010. Publicidad hasta en el último minuto: ¡OLE la RAE!
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